Un contraste con la oquedad

He desleído mis sentimientos en la nada,
he privado a mi alma húngara
dándole un último lamento de rencor,
atada al vil del dolor de la soledad.

He contrastado los tonos de lo imperecedero
con el retraído silencio de la oquedad,
vertiéndome en su andamio de profusos
y reprensibles deseos de muerte
en su apariencia.

He conocido esa puerta emética,
tal vez cáustica e exenta,
que lleva a su silencio;
disfrazada de impúdica,
contrastada en la oquedad
de un momento fusco.


En/Inercia.
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2010.