Me enamoré...

Me enamoré...


Me enamoré del hombre cohibido,
un ser figurante en la pasión,
a que sus brazos hoy buscan un olvido.

Me enamoré de la voz consoladora,
donde hubo un destino y noches vividas,
dejando atrás lo que jamás hubiéramos querido.

Me enamoré de lo impedido y lo concebido,
del albor llameante de sus ojos
y del alentarte susurro de su vos.

Me enamoré cuando el corazón aún estaba dormido
y no aparentaba despertar en otro olvido
para darse cuenta de tanta falsedad.

Me enamoré de la irritante espera
engañando a la razón,
para lograr este desabrido abrigo.

Me enamoré de los sentimientos ajenos,
rasgando la esperanza de sentir un poco de amor
surcando caminos ungidos.

Me enamoré del hombre ecuánime,
incapaz de dar su vida por los sueños,
capaz de sentir rencor hacia este vírico corazón.

Me enamoré celosamente de los latidos prófugos.
Hoy acopio las cenizas de las palabras vividas
y de las sentencias escritas, en una vereda obstruida.




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2010.

Sulfurando un infierno.

Sulfurando un infierno.

Encrespo con gran ira
las cenizas que han caído a mis pies,
buscando éter;
enfrasco la melodía de un retumbo
que se hizo vacío en el silencio.

Enraízo con injuria,
el tiempo que me lleva
-maldiciéndolo-.
Subrayo la traición
que me hostiga con el tiempo.

Mientras con el diente apegado al ego
y la mirada tórrida en el espejo,
veo con total fiereza
como el infierno se ensancha
en mi cuerpo,
sin hacer escorias mi alma,
sin buscar debilitar mis sueños…

Lo único que encierra,
es la paciencia que queda
entre la cúspide de mi sombra
y el extremo de mi alma inhabitada
sulfurando y penando.






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Haiku I

Haiku I



Sospecho que,
tras mi opulento sol
existes tú.


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El aguzar del pensamiento.

El aguzar del pensamiento.



Nútreme de las piedras
que consumen tu cuerpo,
abastéceme del aire,
que expulsan tus poros,
concédeme de las palabras
que caminan por los suelos,
oprímeme con el calor
del silencio afluente;
para hacer de mí,
la oportuna naturaleza
que fragua en los sueños
y expulsa con desdeño
lo ágil de los mares adentros.








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Tal vez mañana...

Tal vez mañana...


Tal vez mañana el sol salga de mi lado,
puede que remoce tu voz en mis andamiajes;
un compás encaminará a mi corazón huraño,
y puede que las nubes libren estos atavíos.

Tal vez mañana, alguien me sirva de doncel,
para servirme de ternura en esta fractura;
puede ser que el camino que he bordado
encinte unas rosas en el arraigo.

Tal vez mañana difunda una honra en tu nombre,
al susurrarlo con mi piel y celebre haberte encontrado;
quizá, tal vez mañana sea cuando mis labios musiten
que aún no te has alejado de mis brazos.







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Prometo amarte

Prometo amarte


Prometo amarte sobre todos mis espacios,
llevarte sobriamente en mis corrientes
y concederte un saco de ecos
en cada afán.

Prometo encarar mis brazos cuando sientan dolor;
susurrar tu nombre en un rufián silencio
y morderme los labios
cuando ansíe rozarte.

Prometo no tener lástima a mis lamentos,
hacer con ellos un sueño de rencor,
solo por el hecho de no tenerte
para sufrir este jadeo.

Lo prometo, lo juro por mi vida,
que nunca te haré falta
y siempre buscaré de tu compañía,
para malversar un suspiro a la ironía.

Lo juro inercia mía, prometo amarte
porque en ti he puesto mi poesía
y no habrá alma alguna
que logre persuadirla.








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Ansias persistentes

Ansias persistentes


Sus labios besaré yo suavemente.
Les hilaré en mi alma con poesía,
mis senos cederé con alegría
y a su cielo me iré amorosamente.

Mientras su feudo y su mirada ausente,
son cómplices de cínica utopía,
dispersarán en mí con su manía
al ajuar de mis besos noblemente.

Con su respiro que me hará mujer,
claramente rendida en sus caricias;
buscando sus anhelos naturales.


Que en mí, persisten ansias por su ser
que con su voz rezuman injusticias
tardías en los faltos otoñales.




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Besos para ti poeta.

Besos para ti poeta.


Besos para ti poeta,
para que no olvides

mi figura esbelta;
besos con jazmín y violeta,
para que sientas mi perfume
y te enamores de esta mujer atenta.

Besos que lleguen a tu noble alma
y se conjuguen en tu mar de letras,
besos mi querido poeta,
atrápalos que no quiero que se escapen
por el aire y crucen otra frontera.


Besos acaramelados con poesía
innegablemente bella,
para que adornen tu primavera;
besos querido y por favor,
no les cuentes a tus amigos
que te he besado en este delirio,
de actitudes ajenas,
solo porque me robaste un suspiro
con tus dulces letras.







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Rosa purpura

Rosa purpura

Rosa purpura delicada y pura
eres una mujer gentil y valiente
que goza de sutil hermosura.
Si a los vientos podría gritarle mi admiración,
ellos no entenderían lo que es esta devoción
que te guardo con cobardía.
Que en tu cuello portas un collar
de perlas que adornan tu brillante valor
que te identifican aun mejor mujer divina...
Si aquellos os supieran, que tu sonrisa
no se dibuja en cualquier pendiente;
envidia me tendrían los que añoran conocerte,
puesto que yo mi dulce amiga,
sostendré el cielo para dejarte una sonrisa
e irrumpiré el infierno para regalarte
mi perpetua y desleal armonía.



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Solo de imaginarte.

Solo de imaginarte.

Solo de imaginarte rozar tu barbilla en mi espalda,
siento encorvarme sobre las sábanas a escondidas,
sumergida en tu decencia con valentía y avaricia.


Solo de saber que nadie oirá mi voz deseándote,
escucho el jadeo que tus labios dan sobre ese falso cielo,
encarcelándome en tus brazos con nobleza
asaltándome un aliento en la oscuridad.

Solo de sentir tu alma desnuda y tú benevolente danzar,
sobre mi vientre siento el paraíso tocar
locamente al enaltecer mis manos
en tu pecho lleno de seguridad.

Solo de imaginarte, pareciera que mi piel empieza llamarte,
la necesidad empieza a apurarme, y a desear tocar tu cuerpo
con tanta constancia que no me alcanza el tiempo
para amarte con tal embriaguez.

Solo de imaginarte besando mí pecho,
siento que te encuentro ya en mis adentros,
soñando despiertos acariciándonos sin tiempo,
robándole otro sueño más a los andares del silencio
de nuestros débiles cuerpos.


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2010.

Yo quería casarme

Yo quería casarme

Quería vestir lúcido el cielo,
quería que la luna fuera mi madrina,
que las olas engalanaran de humedad
a la recompensada arena,
que mi encubridor fuera la naturaleza
y estar atrapada en su densidad
para entregarme con nobleza

a mí despojado amante.

Quería vestirme de lirios al subir al altar
y tomarle la mano a la pureza,
quería que la devoción

fuera benévola y completa,
que los sueños fueran

el sin embargo de mi vida,
quería lograr lo impensado
y recordarlo con agrado,
quería tener el velo de una princesa,
portar una única sonrisa hasta que anochezca
y quería formar parte de mar
al entregar mi inocencia.

Quería surcar pasión
y que las sábanas fueran deponentes
de ese gran amor.
Quería casarme con el hombre que aún amo,
quería portar entre las manos

ese anillo que representaría
nuestra persistencia y llevar como un susurro
esas palabras que diría él al decir si acepto con agrado,
quería amarlo hasta la inmortalidad
y morir en sus brazos cuando llegue mi ansiedad
quería casarme con el hombre más codiciado
entre los humanos un ilustre y bizarro ser pensante,
quería pero en mi desgracia
alguien se negó a darme la mano
y dar ese gran salto,
hoy aún no logro concebir
cómo pude ansiar portar ese hermoso ramo

si la vida me fió varios reclamos.






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A ese maestro.

A ese maestro.




A ese maestro que tiene un as
en la trinchera, guardando triunfante
y enseñando lo que es la hoguera.
Que posa en sus labios palabras obtusas,
llenas de odas y obres efímeras;
el que dicta sus palabras bizarras,
esparcidas en su morada.
al que vela por sus propios intereses
casí inhumanos y abrevia
su alrededor humano.

A ese maestro insulso en rol,
capaz de rebatir los susurros del viento
y adueñarse de los sentimientos ajenos.
A ese que es capaz de ser el directriz
de los flagelos constantes del pensamiento,
es el que circunda con sus manos
sus miedos y se llena de odio,
cuando la carencia le roza al pasar.

Mas sus sueños le dan apego a su afinidad.
Él, el egoísta inmortal de las letras compulsivas,
que lleva en su cabeza términos y ojivas
diestras para dar en un corazón improcedente,
donde de amor y resentimientos
no sabe ni un pelo,
más que de la antología de su ego,
que circunda en un alto precio.




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Tu malograda vida.

Tu malograda vida.


Saca la espina de la rebeldía
que se establece en tus manos,
saca la ergonomía de tus labios
para que te versen después de muerto.
Deja que la manzana empobrecida
fructifique en tu cuerpo,
y emerjan semillas de silencio,
para calmar tu sosiego.
Deja que mi inercia
se haga agua en tus labios,
mientras apedrea fugazmente
tu malograda vida.




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2010.

Tras su vuelo.



Tras su velo.

La noche finge cuando palideces,
tu mirada se trasciende y se lacera
forzándome entre fauces que de atroces
ya tientan a mi auténtica ceguera.


Seríame su jadeo que de a veces
me es hurtado en mi ánima de cera
Y a sus labios pondré que por sus creces
a cuanto siento emerge en luz primera.


Irrúmpeme si sobre cada duelo
no halla el alma mía adversidad,
y que bajo mis pies no queda suelo.


Y que sobre mi mente llego al cielo
henchida pues, de mimos y ansiedad,
ya de un enorme brinco alzo el vuelo.
.




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Fui la musa.

Fui la musa.



Fui la musa
que entorpecida,
buscaba bajo la luna
su sonrisa deprimida
que ataviaba su poesía
con la mirada soslaya de sus días.

Fui ella, la que soñaba
en su pecho como una fugitiva,
La añoraba su mirada perdida
con el resplandor de sus ojos azabaches
y su sonrisa picara

Fui la musa
que desnudó su cielo,
en miles de te quieros
y que impetuosa
pedía a sus labios,
más poesía para mis días
donde no existía la melancolía.
.

Fui la musa
la señora de sus deseos,
que con mi reflejo
pintaba sus noches frías,
y con modestia le robaba
besos a sus mejillas
que sonrojaban con sátira.

Fui la musa,
sin nombre y sin credo,
la que buscada un adverbio,
bajo las caricias tímidas,
que agobiaban su pensamiento.


Tan sólo fui,
lo que él quiso que fuera
en su silencio...
La musa dormida
abrazando su alma
en cada sueño.



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Y fue así ... (A una mujer)

Y fue así...


Y fue así como el sol se apagó,

las estrellas dejaron de deslumbrar,

las hojas de los árboles empezaron a emigrar,

como la voz de una mujer, que muere de pie.


Se oscureció su belleza

en pleno verano,

donde las olas dejaron de ser agua en su cuerpo,

donde el mar dejo de ser reflejo,

donde su sangre corrió por los suelos…


Y fue así como ella olvidó

el valioso ser que era su interior,

para profundizar su soledad

golpeada por la desventura del tiempo.


Y fue así como su perfume

pasó a ser parte del viento,

su alma se entregó al cielo

y su vientre grito el dolor ajeno.


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